He pasado unos días en la maravillosa
Sierra de O Caurel, un territorio bien conocido por los botánicos por su formidable diversidad florística. Allí he tenido la fortuna de observar esta pequeña joya aunque, a buen seguro, tal admiración no la compartan los insectos que pululan alrededor de ella. Se trata de una planta insectívora que recibe el muy significativo nombre de
atrapamoscas. También se conoce con otros bonitos apelativos como los de
rocío del sol o
hierba de la gota. Los científicos la denominan
Drosera rotundifolia. Esta planta carnívora precisa de suelos muy húmedos con musgos, habitualmente del género
Sphagnum. Las hojas basales presentan una disposición horizontal aunque también pueden aparecer semirrectas. Es muy característica la presencia de pelos glandulosos que producen un líquido pegajoso con el que apresan a sus víctimas. El insecto, en su desesperada pretensión de escapar, estimula con sus movimientos el giro de más pelos haciendo todavía más difícil su liberación.
La especie, al crecer sobre suelos pobres en nitrógeno, ha desarrollado esta estrategia de alimentación para poder obtener los nutrientes que el sustrato le niega.
Lástima que por la época no haya sido posible fotografiar sus bellas flores que rematan un espigado tallo o escapo florífero. Ya tengo una excusa más para volver a este precioso rincón gallego.