Vulnerables. Todos vulnerables. La mentira es buena argamasa para distraer nuestra condición contingente. El decorado donde hemos escenificado esta gigantesca astracanada se derrumba como frágil castillo de naipes marcados por tramposos despiadados. Incómodo despertar de ese sueño confortable y envolvente.
Fragilidad, vulnerabilidad. Todos vulnerables.
Reflexiono a cuenta de etiquetas científicas que bautizan la hecatombe cotidiana. Una Lista Roja de la flora hispana administra el desastre, otorgando calificación de vulnerable a una planta cuyo hábitat se gasta irremisiblemente por el aliento de alquitrán y desprecio de tantos humanos hambrientos y frágiles.
Frágiles y vulnerables. Todos vulnerables.
Plantas y hombres. Luchas mudas, batallas silenciosas y silenciadas por el Eterno Ruido desazonante.
Mi ánimo se fractura entre la urgencia minúscula pero improrrogable y la puñalada cósmica y biocida que nos desayunamos todos los días. La última: que el hielo ártico se disuelve como azucarillo en un océano sucio y moribundo. Pero hoy tengo –tenemos- que llevar el coche a la ITV. Por lo visto el Ártico no pasaría la Inspección Técnica de Ecosistemas.
Sólo una cosa me espanta más que este tablado desolador: que me arrastre a una personal renuncia combinada de cinismo y soledad a iguales partes.
Hace 9 horas