Zygmunt Bauman, un autor tan interesante como, tal vez, excesivamente prolífico en su caracterización de la modernidad líquida, alude a profundas mutaciones en eso que denomina “capitalismo pesado” y, especialmente, a las formidables consecuencias socioeconómicas de ese tránsito del fordismo a una fase de capitalismo posfordista. Andaríamos, pues, en la actualidad, supuestamente desnortados, en la medida que el modelo fordista venía a organizar nuestro universo material y llegaba a postularse, incluso, como construcción epistemológica a partir de la cual organizar nuestra propia experiencia vital.
Henry Ford se sentiría hoy tan confuso de presenciar el carácter liviano del presente capitalismo como certero se mostró en su tiempo en el modo de maniatar con eficacia la menor resistencia obrera, engatusándola con la posibilidad –muy improbable por inalcanzable- de acceder a los coches que ella misma, la clase obrera, (le) producía. Trasladada a nuestros días, esa estrategia de ganar los obreros para la causa capitalista podría calificarse, con razón, de auténtica conquista del alma y se expresaría en adhesión casi incondicional y fetichista hacia el automóvil.
Se me ocurre observar, al hilo de ciertos anuncios televisivos, que quienes no demuestran desorientación alguna a la hora de emplear el dinero público son los bandidos gubernamentales, cuyas "convicciones" ultraliberales experimentan flojera cada vez que la industria de industrias llora con desconsuelo (curioso nombrecito, por cierto, ese de Plan PIVE).
Hay un momento memorable en El cuarto mandamiento (The Magnificent Ambersons), esa espléndida película de Orson Welles que nos habla también de profundos cambios sociales, en el que Eugene Morgan (Joseph Cotten), pionero del automóvil, reflexiona sobre la emergencia de una nueva realidad, un nuevo orden de la mano, o mejor, de los negruzcos engranajes de un artefacto revolucionario:
-George: "Los automóviles nunca serán más que una molestia. No tenían que haberse inventado".
-Tío Jack: "Olvidas que el señor Morgan los fabrica y que contribuyó a inventarlos. Podría ofenderse".
-Eugene Morgan: "Quizás George no esté equivocado. Puede que sea un paso atrás para la civilización. Quizás no embellezcan el mundo ni mejoren al alma humana, pero han llegado. Y todo será diferente. Cambiarán la guerra y la paz, cambiarán hasta la mente del hombre. Puede que George tenga razón. Quizás dentro de 10 o 20 años, después de ver cómo han influido en el hombre, no los defienda y diga, con George, que los automóviles no deberían haberse inventado".
Hace 9 horas