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jueves, 29 de noviembre de 2012

Cambio de pista

Zygmunt Bauman, un autor tan interesante como, tal vez, excesivamente prolífico en su caracterización de la modernidad líquida, alude a profundas mutaciones en eso que denomina “capitalismo pesado” y, especialmente, a las formidables consecuencias socioeconómicas de ese tránsito del fordismo a una fase de capitalismo posfordista. Andaríamos, pues, en la actualidad, supuestamente desnortados, en la medida que el modelo fordista venía a organizar nuestro universo material y llegaba a postularse, incluso, como construcción epistemológica a partir de la cual organizar nuestra propia experiencia vital.

Henry Ford se sentiría hoy tan confuso de presenciar el carácter liviano del presente capitalismo como certero se mostró en su tiempo en el modo de maniatar con eficacia la menor resistencia obrera, engatusándola con la posibilidad –muy improbable por inalcanzable- de acceder a los coches que ella misma, la clase obrera, (le) producía. Trasladada a nuestros días, esa estrategia de ganar los obreros para la causa capitalista podría calificarse, con razón, de auténtica conquista del alma y se expresaría en adhesión casi incondicional y fetichista hacia el automóvil.

Se me ocurre observar, al hilo de ciertos anuncios televisivos, que quienes no demuestran desorientación alguna a la hora de emplear el dinero público son los bandidos gubernamentales, cuyas "convicciones" ultraliberales experimentan flojera cada vez que la industria de industrias llora con desconsuelo (curioso nombrecito, por cierto, ese de Plan PIVE).

Hay un momento memorable en El cuarto mandamiento (The Magnificent Ambersons), esa espléndida película de Orson Welles que nos habla también de profundos cambios sociales, en el que Eugene Morgan (Joseph Cotten), pionero del automóvil, reflexiona sobre la emergencia de una nueva realidad, un nuevo orden de la mano, o mejor, de los negruzcos engranajes de un artefacto revolucionario:

-George: "Los automóviles nunca serán más que una molestia. No tenían que haberse inventado".

-Tío Jack: "Olvidas que el señor Morgan los fabrica y que contribuyó a inventarlos. Podría ofenderse".

-Eugene Morgan: "Quizás George no esté equivocado. Puede que sea un paso atrás para la civilización. Quizás no embellezcan el mundo ni mejoren al alma humana, pero han llegado. Y todo será diferente. Cambiarán la guerra y la paz, cambiarán hasta la mente del hombre. Puede que George tenga razón. Quizás dentro de 10 o 20 años, después de ver cómo han influido en el hombre, no los defienda y diga, con George, que los automóviles no deberían haberse inventado".



viernes, 23 de noviembre de 2012

Seamos serios

¿Por qué será que a mí eso de "monarquía parlamentaria" siempre me sonó a oxímoron?.

Porque seamos serios collons... ¡o súbditos o ciudadanos!


martes, 20 de noviembre de 2012

Salva tu costa

Conversaba este verano con un biólogo del Grupo de Ornitológico Balear (GOB). A propósito del demencial proyecto de Sa Rápita-Es Trenc confesaba no compartir mi pesimismo, alegando que al final se impondría la sensatez dado que semejante disparate resultaba más propio de épocas felizmente superadas.

Hablando de imposiciones lo cierto es que la "Ley de Costas", abanderada por esa bola de grasa reaccionaria que hay quien denomina ministro Cañete, viene a disipar todos nuestros interrogantes conservacionistas.

Convertido en auténtico epígono del desarrollismo infame -que llegó a engendrar esa expresión, que es ya todo un lugar común, de la balearización del territorio- asistimos inermes a las lamentables paparruchadas de este sujeto, que ha llegado a confesar sin empacho su absoluta ignorancia en todo lo referido a cuestiones medioambientales. Personaje que no pasa en realidad de encarnar una política de tierra quemada perfectamente planificada.

Golpismo ambiental, a fin de cuentas. Destruyen con impunidad las costas, los recursos y el porvenir de todas y todos.

http://www.ecologistasenaccion.org/article23532.html





domingo, 18 de noviembre de 2012

Bloody morning


Ceden las patas, y su cuerpo se desploma al instante. Cuando se derrumba un viaducto, visto desde lejos, parece que la construcción cayera lentamente al valle a sus pies. Lo mismo sucede con las paredes de un edificio tras una explosión. Pero la vaca cayó con la rapidez del rayo. No era cemento lo que sostenía su cuerpo, sino energía”.
Puerca tierra. John Berger.