Rebosa Madrid de inmundicia y todavía no he escuchado en los medios ni en mi entorno reflexión alguna sobre la oprobiosa y descomunal generación de residuos en que andan enfangadas nuestras sociedades.
El día que estas montañas malolientes desaparezcan de nuestra vista no nos preguntaremos a dónde van ni, por supuesto, qué destino tendrán.
Otras cimas de nuevos residuos -engendradas bajo el signo de la Navidad- ya se barruntan en el rancio calendario.
¡Que no pare la fiesta!
Hace 1 día
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