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domingo, 29 de noviembre de 2009

jueves, 26 de noviembre de 2009

Peloteros


No soy playero lo reconozco. Estoy pensando en esa forma convencional de ocupar la arena rodeados de humanidad en paños menores. Poco entusiasmo me podía suscitar un viaje a Oliva (Valencia) más allá de descansar unos días castigando unas cervezas. La aparición de la gota fría amenazaba con terminar en completo fiasco este imprevisto periplo levantino.
Al poco de dejar el coche en el aparcamiento, una pelotilla veloz de movimientos oscilantes asalta mi campo visual mientras trato de guardar las llaves en el bolsillo. El responsable, un escarabajo nervioso y sucio, cabalga un pedacito de excremento fresco y me digo que no puede ser tanta mi suerte. Efectivamente se trata de Scarabaeus (Ateuchetus) semipunctatus comúnmente conocido como Escarabajo pelotero, una especie colonizadora de enclaves costeros y litorales que no han sido triturados por el turismo. Según las observaciones realizadas, la especie ha sufrido un tremendo declive en los últimos 50 años. Es especialmente sensible al uso de pesticidas. Se halla incluida en el Libro Rojo de los Invertebrados de España que, por desgracia, es papel tan mojado como las olas que besan las dunas que habita. Sus hábitos coprófagos le hacen marchar tras las cacas de los mamíferos, entre los que se cuentan las humanas por las que -escatología aparte- siente una especial predilección.

Ya de vuelta en casa y durante unos días repaso el denso, estupendo volumen que Fauna Ibérica dedica a los Scarabaeoidea y que firman Fermín Martín-Piera y José Ignacio López-Colón. Vayan estas humildes líneas como pequeño homenaje a la memoria del desaparecido y extraordinario investigador Martín-Piera.

En resumen, un par de estupendas jornadas llenando las sandalias de arena y afotando como un loco bichejos y hierbajos.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Cazadores


Nos sobran los diagnósticos pero seguimos demorando la efectiva aplicación de tratamientos. Es difícil imaginar un panorama más sombrío para nuestro medio ambiente. Sin embargo seguimos conduciéndonos de forma suicida y no son pocos quienes llegan, incluso, a frivolizar miserablemente ante la inocultable magnitud del global desastre ambiental.
Me aterra y, en la misma medida, me subleva la actitud de ciertos sectores del mundo cinegético. De entrada, cualquier aficionado a la naturaleza habrá de hacer hueco en sus rutinas campestres a la irrupción violenta de los cañones. De lo contrario es muy probable que sea inevitable un conflicto de intereses y que éste se resuelva con perjuicio de la salud del distraído observador naturalista. Los derechos y prioridades son claras en favor del estruendoso gremio y cualquier litigio administrativo se despachará en favor de los violentos.

Nadie podrá poner en cuestión, no obstante, el sincero amor que dicen profesar a la naturaleza. Muchos de los eco-urbanitas ignorantes, entre los que sin duda me incluyo, deberíamos recular ante las confesiones de protoecologismo que proclaman y que suelen acompañar de viriles golpes en el pecho. Tengo para mí que tanta testosterona no puede ser buena. Lo de llenarlo todo de plomo –uno de los más letales elementos para los ecosistemas- ya nos lo tendrán que explicar con más detenimiento. Si la salud de los campos forma parte de sus preocupaciones la verdad es que lo disimulan muy bien.

Imperioso resulta un chaparrón de iniciativas y urgente la adopción de cuidados paliativos generalizados para nuestros comatosos campos y montes. Lejos de ello, muy lejos, el pragmatismo de quienes obtienen placer descerrajando tiros a seres vivos; la resuelta decisión de imponer su presencia a otros ciudadanos que buscan esparcimiento en el mismo espacio; el cultivo egoísta de una afición tan primitiva como excluyente.
Hoy día cobran forma ciertas reivindicaciones de los derechos de los no cazadores y confío en que tales esbozos sean recordados en un futuro como meritorios y corajudos antecedentes de una nueva manera de integrar nuestra belicosa humanidad en el medio que habitamos.

Mientras tanto es evidente que el campo es para el que lo tirotea. Bajo esta inamovible premisa ya sabes iluso urbanita: busca refugio, escóndete y sobre todo, sobre todo no rechistes.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Zygophyllum fabago


En no pocas ocasiones las afueras de la ciudad deparan notables sorpresas botánicas. La morsana (Zygophyllum fabago) es una curiosa planta introducida en España hace más de un siglo con la ayuda del ferrocarril. Tal era la hipótesis del Hermano Rufino Sagredo a la hora de explicar la distribución de esta especie que definía como planta ruso-asiática.
Sus preferencias ecológicas la llevan a colonizar con igual fortuna campos abandonados, ruinas o ramblas. En la cuneta de una vereda recogí, hace unos días, semillas de los únicos 3 ejemplares que he localizado en el término de Valdemoro. El dato puede llamar la atención si se considera el carácter tradicionalmente invasivo de la especie. Sin embargo, hay quien señala un más que probable declive de sus efectivos en la propia Comunidad de Madrid.
Tras los rigores del verano, que casi logran proscribir el verde del tapiz vegetal de nuestros campos, destaca la pujanza vital de esta planta de notables propiedades vermífugas (combate las lombrices intestinales) y astringentes. El observador poco familiarizado a buen seguro fijará su atención en la tersura de sus hojas bifoliadas y las caprichosas cápsulas que envuelven los frutos. Desde el punto de vista culinario el propio Font Quer advertía que “los capullos florales, encurtidos con sal y vinagre, pueden sustituir a las alcaparras”. Por otra parte es sabido su extraordinario valor como abono verde para huertos e invernaderos.