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sábado, 21 de noviembre de 2009

Cazadores


Nos sobran los diagnósticos pero seguimos demorando la efectiva aplicación de tratamientos. Es difícil imaginar un panorama más sombrío para nuestro medio ambiente. Sin embargo seguimos conduciéndonos de forma suicida y no son pocos quienes llegan, incluso, a frivolizar miserablemente ante la inocultable magnitud del global desastre ambiental.
Me aterra y, en la misma medida, me subleva la actitud de ciertos sectores del mundo cinegético. De entrada, cualquier aficionado a la naturaleza habrá de hacer hueco en sus rutinas campestres a la irrupción violenta de los cañones. De lo contrario es muy probable que sea inevitable un conflicto de intereses y que éste se resuelva con perjuicio de la salud del distraído observador naturalista. Los derechos y prioridades son claras en favor del estruendoso gremio y cualquier litigio administrativo se despachará en favor de los violentos.

Nadie podrá poner en cuestión, no obstante, el sincero amor que dicen profesar a la naturaleza. Muchos de los eco-urbanitas ignorantes, entre los que sin duda me incluyo, deberíamos recular ante las confesiones de protoecologismo que proclaman y que suelen acompañar de viriles golpes en el pecho. Tengo para mí que tanta testosterona no puede ser buena. Lo de llenarlo todo de plomo –uno de los más letales elementos para los ecosistemas- ya nos lo tendrán que explicar con más detenimiento. Si la salud de los campos forma parte de sus preocupaciones la verdad es que lo disimulan muy bien.

Imperioso resulta un chaparrón de iniciativas y urgente la adopción de cuidados paliativos generalizados para nuestros comatosos campos y montes. Lejos de ello, muy lejos, el pragmatismo de quienes obtienen placer descerrajando tiros a seres vivos; la resuelta decisión de imponer su presencia a otros ciudadanos que buscan esparcimiento en el mismo espacio; el cultivo egoísta de una afición tan primitiva como excluyente.
Hoy día cobran forma ciertas reivindicaciones de los derechos de los no cazadores y confío en que tales esbozos sean recordados en un futuro como meritorios y corajudos antecedentes de una nueva manera de integrar nuestra belicosa humanidad en el medio que habitamos.

Mientras tanto es evidente que el campo es para el que lo tirotea. Bajo esta inamovible premisa ya sabes iluso urbanita: busca refugio, escóndete y sobre todo, sobre todo no rechistes.

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