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viernes, 30 de abril de 2010
Bella Vella
No muy lejos de los umbrosos jardines de Aranjuez, a prudencial distancia del bullicioso trajín que invade estos días finales de abril los paseos de la ciudad ribereña, reservo plaza para admirar la floración de la crucífera más espectacular: el pítano.
La mañana resulta calurosa para estas fechas del año. Anticipa, de algún modo, la incomodidad que envolverá al visitante que desafíe en unos meses el reseco relieve de estos yesares. A pesar de ello avanzo decidido, con emoción, al encuentro de esta especie protegida por la ley. Mientras descubro la cámara de fotos, un par de cornejas, a las que no ha debido agradar mi irrupción en estas soledades, graznan molestas en el cielo.
El pítano o falso codeso (Vella pseudocytisus) es una rara crucífera descrita por Linneo en 1753. En la actualidad se divide en tres subespecies. Dos de ellas ocupan áreas de España y una en el norte de África. Los efectivos de la subespecie pseudocytisus en la península Ibérica se reducen a dos pequeños núcleos, en el límite de Madrid-Toledo (Aranjuez-Ontígola) y Granada (Orce). La subespecie paui, ocuparía el centro-sur de Aragón, con citas antiguas en el área de Calatayud.
Fuera de sus “cuarteles” arancetanos conozco la situación de algunos pítanos que no confesaría ni bajo tortura. Creo que el silencio está justificado si se trata de asegurar la conservación de esta planta tan excepcional.
A diferencia de la casi totalidad de las especies que componen esta vasta familia, la singularidad de este robusto jaramago reside en sus tallos leñosos. Ningún aficionado a la botánica quedará indiferente al contemplar una ladera salpicada de pítanos florecidos.
Hay una regla conocida entre biólogos y naturalistas según la cual donde hay algo que comer surgirá alguien para comérselo. Como observadores de la naturaleza suscribimos este estrecho vínculo entre seres vivos, que suele desembocar en auténtica especialización. Pienso en ello rodeado de estas plantas que, como no podía ser menos, son el único argumento gastronómico conocido de Clepsis laetitiae, una mariposa endémica desconocida hasta 1997 que fue descrita en este mismo paraje por el ingeniero de montes Santiago Soria.
Nosotros, modestamente, hemos tenido la grandísima fortuna de contemplar entre las flores del pítano una rara chinche (Bagrada elegans) que, poco después, localizaríamos en Valdemoro sobre Lepidium subulatum, un hecho que suscribe la importancia ecológica de los yesares locales.
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