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miércoles, 21 de abril de 2010
Lycium barbarum y las bayas del Goji
Raro será que algún conocido o pariente no nos haya hablado todavía de las ventajas de consumir bayas del Goji. El boca a boca se extiende como un reguero de pólvora, que es también invento chino.
El sinfín de propiedades que se atribuye a estos nutritivos frutillos ocupa cientos de páginas en internet y sé de algunos escépticos que, tras engullir las tibetanas bayas durante unas semanas, hoy proclaman a los cuatro vientos su inopinado y gratificante rejuvenecimiento.
A este despliegue desatado de interés por las virtudes del producto no corresponde la curiosidad por el arbusto que nos ofrece estas bayas de la eterna juventud. Lo pude comprobar hace unos días charlando con unos compañeros del trabajo. Recordé esta conversación paseando por el campo, nada más toparme con dos ejemplares de Lycium barbarum, el padre de la criatura. Y es que no hace falta desplazarse a las faldas del montañoso y lejano Tibet para admirar la bella floración de esta interesante planta. Hasta la fecha tenía constancia de la presencia de un “primo” de aquel, en este caso autóctono, el Lycium europaeum, planta solanácea, o lo que es lo mismo, de la misma familia de la patata, el tomate y el tabaco.
No puedo dejar de mostrar la belleza de las flores de la vulgarmente conocida como Cambronera que, como se sabe, se ha naturalizado con éxito en Europa. Las cambroneras son arbustos muy ramosos y con fuertes espinas, lo cual ha hecho que sean empleados desde siempre para formar barreras y setos infranqueables. Pierden las hojas en invierno y, por lo general, podremos encontrarlas en cunetas, caminos y lindes de cultivos.
Mientras tanto no será mala cosa seguir tomando entre comidas las virtuosas bayas del Goji. Ahora, avisado queda: es usted es muy libre de acabar como Benjamin Button.
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