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miércoles, 30 de junio de 2010
Diablo Hopper
Hace unas semanas la muerte de Dennis Hopper nos heló el corazón a una buena legión de cinéfilos. El incorregible segundón de la mirada perdida cedió la última partida ante un cáncer de próstata.
En 1968, con Easy Rider, se abrió paso a patadas en el vetusto sistema de los estudios hollywoodiense y la irrupción –tan violenta como casi cualquier pasaje de su biografía excesiva – lo situó en el Olimpo contracultural como incontestable gurú de toda una generación.
Hay quien sigue preguntándose cómo fue capaz de acabar el film considerando que se pasó más tiempo fumando hierba y apurando botellas de ron que realmente sobrio.
El Nuevo Hollywood, del que Hopper fue icono muy visible, apenas se prolongó una década pero su fértil herencia nos dejó algunas de las mejores películas de la historia del cine. En palabras de Susan Sontag: “Fue en ese momento concreto de los cien años de la historia del cine cuando ir al cine, reflexionar sobre cine, hablar de cine, se volvió una pasión entre los estudiantes universitarios y jóvenes de otros ambientes. El público ya no se enamoraba de los actores, sino del cine”. Poco queda en la actualidad de esa cuasi religión secular en estos tiempos de palomitas, engendros en 3D y demás bazofia cinematográfica.
Hoy la familia de Hopper se pelea por sus bienes, quien sabe si prolongando la discordia y la desdicha que este diablo nacido en Kansas se encargó de inocular a su alrededor. No olvidemos que el angelito no tenía inconveniente alguno en romperle las narices a su propia mujer o amenazar con un cuchillo a un comensal en mitad de un concurrido restaurante.
Apasionado de la fotografía y del arte contemporáneo, Hopper coleccionó obras de Claes Oldenburg o del mismísimo Warhol cuando éste no pasaba de ser alumno aventajado.
Peter Biskind es autor de "Moteros tranquilos, toros salvajes" publicado por Anagrama, un libro imprescindible para quien quiera conocer de muy buena tinta la efervescencia creativa de los años 70 capitaneada por directores como Mike Nichols, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Robert Altman, Peter Bogdanovich, Warren Beaty o el propio Hopper.
Sorprende que alguien que llegó a declarar no soportar esos malditos cacharros -en alusión a las motos- sea recordado por siempre cabalgando las relucientes choppers de ese western moderno que es Easy Rider.
El próximo trago va por tí Dennis.
miércoles, 23 de junio de 2010
Benditos secarrales (I)
Cuanto más recorre uno este paisaje desahuciado por el agua más intensa se hace la sensación de que su riqueza natural es inagotable. No transcurre una semana sin que un nuevo invertebrado o una especie de planta se incorporen a ese catálogo inconcluso que, tal vez de forma ingenua, pretende contener su biodiversidad, palabra muy de moda en estos tiempos. A fin de cuentas, vivimos bajo la dictadura de la moda y la ecología no es, ni mucho menos, una excepción.
Las últimas visitas primaverales trajeron, pues, novedades. En realidad fue uno mismo el que acudió a su encuentro. Allí llevan siglos, más bien decenas de miles de años, ajenos a nuestras urgencias y mudables necesidades.
Las laderas de estos promontorios próximos al Espartal de Valdemoro tienen un aspecto espléndido en esta época. Una de las plantas que he venido a fotografiar, esperando su momento de máxima floración, es un pequeño cardo interesante y hermoso. Su latinajo es Canduncellus caeruleus. Las cabezuelas púrpuras que diviso a lo lejos me alegran el día, que diría Harry Callaham.
Mientras saco la cámara del macuto descubro –perfectamente mimetizado- un saltamontes de gran tamaño capaz de infligir dolorosas mordeduras si se le molesta. Aprovecho la ocasión para tomarle unas fotos a Tettigonia viridissima, y es que el nombre lo dice todo ya que -verde- lo es un rato.
Un escarabajo diminuto –de apenas 5 mm- pone a prueba mi vista. Nunca antes lo había visto y me parece una miniatura de escarabajo pelotero. Le mando fotos a mi buen amigo López-Colón, extraordinario entomólogo del vecino Rivas-Vaciamadrid. José Ignacio es un experto conocedor de los Scarabaeoidea, tanto que suyo es el volumen 14 de Fauna Ibérica editado por el Museo Nacional de Ciencias Naturales. Me informa que se trata de Onthophagus ruficapillus. Me alegra haber sido capaz de precisar al menos el género. Otra cosa es la especie pues, según José Ignacio, se trata de un género taxonómicamente muy complejo. Esta especie no es fácil verla pues vive enterrada en los excrementos de oveja, cabra, vaca, conejos, etc. Muchas especies de escarabajos coprófagos están en serio peligro de extinción como consecuencia de la desaparición de la ganadería extensiva.
Me demoro unos instantes sobre unas matas de tomillo salsero (Thymus zygis). Su floración convoca gran cantidad de fauna alada. Un objeto volador no identificado -y colorado como dibujo animado- sobrevuela a mi alrededor. ¡Qué cosa más curiosa!. No parece recelar demasiado de mi presencia y lo “afoto” sin piedad. Se trata de una bellísima (¿pueden resultar hermosas las moscas?) Myopa. Tal vez Myopa dorsalis, aunque es complejo aventurarlo. Nueva cita de gran valor en estos andurriales tan despreciados por la infame gobernanza local.
Mientras camino de regreso a casa, pensando en una cervecita bien fresca, descubro una pequeña meseta con más de 25 ejemplares de Astragalus alopecuroides. Es una preciosa planta leguminosa de la que se nutre una de las mariposas más escasas y valiosas de la Comunidad de Madrid, la llamada niña del astrágalo (Plebejus pylaon). Una muy buena noticia, sí señor.
jueves, 10 de junio de 2010
La corrosión del carácter
He de reconocer que Richard Sennett me resulta uno de los sociólogos más interesantes del momento. A su estilo incisivo une una fecundísima capacidad analítica que posibilita contemplar la realidad desde enfoques siempre novedosos. En este sentido La corrosión del carácter se convierte por fuerza en utillaje indispensable para aventurarnos en la comprensión de lo que se ha dado en llamar el nuevo capitalismo.
Como curiosidad habría que indicar que el libro al que dedicamos esta breve reseña le hizo merecedor en 1998 del premio Amalfi de sociología y ciencias sociales.
El término flexibilidad no es sino otra manera de encubrir la opresión ejercida por el capitalismo, al igual que en el pasado se recurrió a expresiones como "sistema de libre empresa" o de "empresa privada".
Aceptar, sin más, la flexibilidad preconizada por los voceros de la economía liberal, adaptándose al continuo cambio que agita el mundo empresarial conformaría esa gigantesca rueda de molino con la que hoy han de comulgar los trabajadores.
Una economía entregada al corto plazo, donde nada tiene visos de durabilidad origina, a juicio del sociólogo estadounidense, graves consecuencias sobre el carácter individual, concebido como el valor ético que atribuimos a nuestros deseos y relaciones con los demás. Una concepción así, tal como era entendida por los escritores de la antigüedad, remite a los aspectos duraderos de nuestra propia experiencia emocional. Lejos de ello, en un escenario económico siempre cambiante –constante y perversamente instigado por el capitalismo flexible- la desorientación social del sujeto está servida.
Sennett desarrolla su exposición sobre el tiempo y el carácter en el nuevo capitalismo partiendo de la esencial cuestión formulada por Pico della Mirandola en su Discurso sobre la dignidad del hombre: ¿cómo debo modelar mi vida?.
Particularmente interesante resulta la exposición de Sennett sobre el uso disciplinado del tiempo y su relación con la ética del trabajo.
Algo ventajista resulta, sin embargo, su juicio sobre una de las obras fundamentales de Max Weber como es La ética protestante y el espíritu del capitalismo. No me parece del todo decoroso denunciar la omisión de toda consideración del consumo como fuerza motriz del capitalismo en el análisis económico que representa la obra del sociólogo alemán. Ni el más prodigioso visionario sería capaz de atisbar las tremendas consecuencias para el sujeto del imperio de la publicidad y del consumo en el último medio siglo. El carácter profético de los padres fundadores de la sociología no siempre es capaz de anticiparse a impredecibles avalanchas como la representada hoy por la lacra consumista, en virtud de la cual - y como diría Jesús Ibáñez- más que consumidores somos, más bien, consumidos.
En definitiva una obra muy recomendable.
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