Mi lista de blogs

jueves, 10 de junio de 2010

La corrosión del carácter


He de reconocer que Richard Sennett me resulta uno de los sociólogos más interesantes del momento. A su estilo incisivo une una fecundísima capacidad analítica que posibilita contemplar la realidad desde enfoques siempre novedosos. En este sentido La corrosión del carácter se convierte por fuerza en utillaje indispensable para aventurarnos en la comprensión de lo que se ha dado en llamar el nuevo capitalismo.
Como curiosidad habría que indicar que el libro al que dedicamos esta breve reseña le hizo merecedor en 1998 del premio Amalfi de sociología y ciencias sociales.

El término flexibilidad no es sino otra manera de encubrir la opresión ejercida por el capitalismo, al igual que en el pasado se recurrió a expresiones como "sistema de libre empresa" o de "empresa privada".
Aceptar, sin más, la flexibilidad preconizada por los voceros de la economía liberal, adaptándose al continuo cambio que agita el mundo empresarial conformaría esa gigantesca rueda de molino con la que hoy han de comulgar los trabajadores.

Una economía entregada al corto plazo, donde nada tiene visos de durabilidad origina, a juicio del sociólogo estadounidense, graves consecuencias sobre el carácter individual, concebido como el valor ético que atribuimos a nuestros deseos y relaciones con los demás. Una concepción así, tal como era entendida por los escritores de la antigüedad, remite a los aspectos duraderos de nuestra propia experiencia emocional. Lejos de ello, en un escenario económico siempre cambiante –constante y perversamente instigado por el capitalismo flexible- la desorientación social del sujeto está servida.

Sennett desarrolla su exposición sobre el tiempo y el carácter en el nuevo capitalismo partiendo de la esencial cuestión formulada por Pico della Mirandola en su Discurso sobre la dignidad del hombre: ¿cómo debo modelar mi vida?.
Particularmente interesante resulta la exposición de Sennett sobre el uso disciplinado del tiempo y su relación con la ética del trabajo.

Algo ventajista resulta, sin embargo, su juicio sobre una de las obras fundamentales de Max Weber como es La ética protestante y el espíritu del capitalismo. No me parece del todo decoroso denunciar la omisión de toda consideración del consumo como fuerza motriz del capitalismo en el análisis económico que representa la obra del sociólogo alemán. Ni el más prodigioso visionario sería capaz de atisbar las tremendas consecuencias para el sujeto del imperio de la publicidad y del consumo en el último medio siglo. El carácter profético de los padres fundadores de la sociología no siempre es capaz de anticiparse a impredecibles avalanchas como la representada hoy por la lacra consumista, en virtud de la cual - y como diría Jesús Ibáñez- más que consumidores somos, más bien, consumidos.

En definitiva una obra muy recomendable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario