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martes, 24 de agosto de 2010
El patio de mi casa
De no hacer de nuestros patios y macetas una sucursal de la industria química y fitosanitaria podremos disfrutar de un escenario alegre y muy interesante para la observación natural sin salir de casa. Viene esto a cuento porque hoy he cambiado la caminata habitual por la prospección doméstica de bichejos cuya presencia me convierte en orgulloso anfitrión. Para quienes se apresuren a buscarme acomodo en el catálogo “freak” convendrá apuntar que, por fortuna, existe una larga tradición –sobre todo anglosajona- que haciendo buenos los principios de la jardinería ecológica, busca atraer la fauna a parques, setos y demás espacios verdes.
Mi ambición no es tanta. Apenas unas matas de menta, plantadas hace unos años, me deparan un microcosmos bichero que es todo un lujo. El año que viene tal vez recurra a budlejas, leguminosas y otras compuestas de resultados probados para llamar la atención de abejas, dípteros y otros insectos.
Sin embargo el primer inquilino de estas floridas matas es reptil, una espectacular salamanquesa (Tarentola mauritanica) –probablemente la de mayor tamaño que uno ha visto y que domina una de las paredes del patio. Vigila, estática, el panorama, con esa quietud casi mineral tan característica de los reptiles y que, sin embargo, es tan fácil quebrar apenas presentida la amenaza. Muy cerca, mimetizada entre las hierbas, una Mantis religiosa, de más que respetable tamaño, apura las patas de una infortunada mosca. Las dos escenas me recuerdan instantáneamente un maravilloso pasaje de "Mi familia y otros animales", de Gerald Durrell. No creo que ningún naturalista que se precie haya dejado de disfrutar las obras del escritor británico:
“Las mantis que entraban volando en mi habitación solían ser bastante pequeñas. Gerónimo siempre quería pelearse con ellas, pero eran demasiado rápidas para él. Al contrario que los otros insectos, las mantis no hacían caso de la luz: en lugar de darle vueltas y vueltas a lo tonto, se colocaban en algún punto conveniente para devorar con toda tranquilidad a los danzantes cada vez que éstos se paraban a recuperar sus fuerzas. Sus ojos bulbosos debían ser tan agudos como los de la salamanquesa, pues siempre le veían venir y se escapaban apresuradamente mucho antes de tenerle a distancia de combate. La noche de la gran pelea, sin embargo, Gerónimo se encontró con una mantis que, lejos de alzar el vuelo, salió a su encuentro, poniéndole en un verdadero apuro”.
Cerca del reptil, desafiando su presencia, revolotea las mentas una mariposa que ya observé la temporada pasada: el licénido Celastrina argiolus. Muy distinta a la anterior, pero también lepidóptero aparece un inquilino habitual de las higueras y de curioso latinajo: Choreutis nemorana. Su aspecto no pasa desapercibido: menuda, vistosa, fugaz.
Un apartado muy especial lo constituyen unas moscas que los entendidos denominan sírfidos y que libran una auténtica batalla como aliados contra terribles plagas de la agricultura, como los pulgones. Por este motivo, ocupan gran espacio en la búsqueda de soluciones ecológicas en el combate de estas amenazas. Su diseño cromático es muy llamativo. Tanto es así que quienes no están demasiado familiarizados con ellos tienden a confundirlas con avispas o abejas. Descubro dos especies de un diseño precioso como son Myathropa florea y Eristalinus taeniops. Cerca de ellas, sin apenas posarse en las flores, numerosos ejemplares de Syritta pipiens.
La próxima primavera quizá sea un buen momento para atraer fauna a tu patio o jardín y tratar de ver con otros ojos las evoluciones de estos pequeños y siempre interesantes pobladores. Doy fe de que su observación es el mejor videojuego que llevarte a la vista.
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