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domingo, 28 de noviembre de 2010

Thesiger y los árabes de las Marismas



Probablemente sea Wilfred Thesiger el más grande de los exploradores británicos del siglo XX. Murió hace unos años, nonagenario, en la infame soledad de una residencia. Difícil imaginar una muerte menos romántica para alguien capaz de atravesar las extensiones más desoladas del planeta.
En referencia a su rostro imponente Colin Thubron declaraba, en una entrevista reciente, que parecía que estuviera permanentemente frente a una tormenta de arena.

Acabo de leer Los árabes de las Marismas, un hermoso libro donde Thesiger relata sus experiencias entre 1951 y 1958 en las Marismas del sur de Irak. Grandes áreas del desierto lindantes con las Marismas (Hawr Al Hawizah) son cubiertas por el agua acumulada en forma de nieve en las montañas de Persia y Turquía. La primavera propicia el desbordamiento de los ríos Tigris y Éufrates, irrigando fresca y renovadamente este vasto territorio primordial de la Humanidad.

Nos muestra Thesiger un modo de vida ancestral perpetuado hasta la mitad del siglo en plena dominación británica. Cronista de la difícil supervivencia de hombres y mujeres, como los madam, forjados en un entorno adverso como pocos. Dureza que, sin embargo, no resta un ápice el carácter esencialmente noble y hospitalario de estas gentes, como bien pudo comprobar el viajero.

Absoluta es la integración con la naturaleza de los pueblos con los que Thesiger convive. Construyen sus casas con cañas, pescan con arpones, se alimentan de leche de búfalo y pan de arroz y se desplazan en canoas a través de ese formidable laberinto de lagunas y cañaverales. Todo ello posee, sin duda, un aire de edén perdido que el impenitente viajero nacido en Addis Abeba se encarga de transmitirnos.

Cuenta Thesiger que en 1950 todavía no se habían abierto los campos de petróleo, pero que un lustro después ya se hallaban en plena producción. La entrada de dinero en el país empezó a ser abundante. Bagdad se convirtió en polo de atracción para gentes que abandonaban el medio rural con la promesa de una vida mejor. Barrios enteros se tiraban al suelo a la misma velocidad con que se reconstruían. La historia nos resulta familiar por lo demás.

En 1991, ese siniestro loco llamado Sadam Hussein, decidió el drenaje masivo de las Marismas provocando el éxodo de miles de madam al mismo tiempo que desencadenaba un desastre ecológico de imprevisibles consecuencias.
Me pregunto, con pesadumbre, por la incidencia reciente de la guerra en este frágil ecosistema. De sobra es sabido que el terrorismo anglosajón no suele escatimar en recursos cuando ha de demostrar su autoridad planetaria.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Max Weber en El Aaiún


Manifestación en Madrid el 13 de noviembre de 2010

En una histórica conferencia pronunciada en Munich en enero de 1919 Max Weber diseccionaba la ética de la profesión política ante un auditorio compuesto mayoritariamente por estudiantes. Alemania vivía una delicadísima situación al encontrarse en profunda transformación a resultas de la guerra y del hundimiento del sistema político monárquico de Guillermo II.

En ese magma político y social Weber abordaba el problema central de las relaciones entre ética y política. Para el sociólogo alemán una acción podía orientarse bien por una ética de las convicciones o bien por una ética de la responsabilidad, percibiendo ésta última como la específica del político democrático. Ambas éticas mantenían una contraposición irresoluble.

Ello viene a cuento porque juzgo que la continua alusión gubernamental de responsabilidad ante los acontecimientos en la crisis del Sahara tiene hondas reminiscencias weberianas. Es más, diría que buena parte de la deriva política zapateril desde su imprevisible triunfo electoral de 2004 podría interpretarse al socaire de postulados del pensador alemán.

Entiendo que el énfasis en poner distancia respecto a los infamantes años del aznarismo, remarcando la muy loable premisa de que en política no todo vale, representaba un esfuerzo por recomponer una “desmoralizada” acción política. En ese sentido, el lider socialista, parecía abrazar una ética de las convicciones (“no os defraudaré”).

Weber no concede opción a visiones bucólicas de la política pues afirma, descarnadamente, que el medio específico de la política es la violencia y de ello debe ser consciente quien quiera que haga de la política su profesión. Otro tipo de violencia, pero violencia al fin y al cabo, es legislar contra el trabajador, más en el caso de quien declara ser socialdemócrata.

La ética de la responsabilidad subraya la necesidad de responder a las consecuencias de la propia acción y éstas, en la actual coyuntura no harían sino encanallar las boyantes relaciones económicas con la dictadura alauí. Los derechos humanos pueden esperar para el ahora weberiano gobierno de la nación. Max Weber en el Aaiún.

Por cierto ¿alguien sabe dónde se ha metido Goytisolo?.

martes, 9 de noviembre de 2010

Serengeti road movie





Abrir un periódico es casi siempre el camino más corto a la desesperanza y la irritación. Leo que el Gobierno de Tanzania quiere construir una carretera que partiría por la mitad el Serengueti.
Hace tres años visité esta gigantesca reserva Patrimonio y cuna de la Humanidad. En ese formidable y temible escenario tuvieron que vérselas nuestros antepasados homínidos. Remoto origen de esta suerte de gánster para la Biosfera en que se ha convertido hoy el ser humano.

La primera imagen que recibí al llegar al Serengueti es imborrable: la de dos hienas avanzando hacia el todoterreno al atardecer bajo una persistente llovizna.

La carretera uniría Arusha, en el interior del país, con Musoma, a orillas del lago Victoria y trincharía, como si de un pavo navideño se tratara, el seguramente espacio natural más importante del planeta. La UNESCO parece haber puesto el grito en el cielo, no sé si en ese inigualable y ahora amenazado cielo africano que ni el cine, ni los documentales televisivos han conseguido acercar al original.

El presidente tanzano justifica la decisión invocando el desarrollo de zonas rurales, pero con ello podría estar matando la gallina de los huevos de oro. Los científicos, especialmente a través de la reputadísima Sociedad Zoológica de Frankfurt, han alertado de las consecuencias dramáticas que tendría para las masivas migraciones de antílopes, especialmente ñus, el wildebeest de los anglosajones, especie clave para el ecosistema de la sabana.

Aguardo ansioso a las conclusiones de los dos estudios de impacto ambiental que se están elaborando y al resultado de los trazados alternativos presentados.
No se puede obviar la terrible pobreza de la nación, un factor que no ayuda en absoluto a persuadir a los partidarios de este fatal desarrollismo que por desgracia todavía padecemos en nuestro país.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Tejera Negra I






La lluvia anunciada para este sábado no nos disuade de visitar el Parque Natural de Tejera Negra, en Guadalajara.
La singularidad de su hayedo reside en su localización, la más meridional de Europa. Se conocen al menos dos fechas, 1860 y 1960, en las que fue talado a matarrasa. Ello explica la juventud de sus hayas (Fagus sylvatica). Sólo en las áreas más profundas del parque pueden hallarse ejemplares centenarios que sobrevivieron al delirio arboricida.

Recorremos la llamada senda de Las Carretas, utilizada en su época para transportar mediante carros el carbón producido en el hayedo. Una carbonera de exposición pretende evocar para el visitante aquel tiempo no demasiado lejano. Es el puente de todos los santos y el gentío que ha acudido a disfrutar de estos maravillosos ocres apenas respeta la recomendación de silencio.

Pizarras y cuarcitas dominan la geología de Tejera Negra. Su descomposición genera un suelo pobre en sustancias nutritivas aunque rico en materia orgánica poco descompuesta. Estos hayedos acidófilos y sureños de la Sierra de Ayllón quedaron acantonados en las zonas más altas y frías para hacer buena esa ley geobotánica “Las especies eurosiberianas compensan el descenso latitudinal con ascensos altitudinales”.

La gayuba (Arctostaphylos uva-ursi) tapiza cunetas, collados y el sotobosque del melojar atribuyéndose a sus raíces la capacidad de fijar nitrógeno. Junto a ella, es frecuente una llamativa crasulácea, Sedum forsterianum.
A propósito del melojo (Quercus pyrenaica) se ha subrayado el papel jugado por los afloramientos cuarcíticos del parque al impedir la propagación de especies que, como el melojo, se multiplican por estolones. Probablemente las hayas, tiránicas con otras especies a las que relegan por su éxito ecológico, no precisaran de semejante ayuda extra.

La gárrula expedición estalla al descubrir un gigantesco tejo (Taxus baccata) confinado en una resbaladiza ladera. Tomo fotos de su fruto, con esa envoltura carnosa de intenso rojo, el arilo, única parte comestible de este venenoso árbol.

El viento frío y una lluvia intermitente nos dificultan tomar fotos desde la pradera de Mata Redonda, un punto excelente desde el que contemplar la espléndida panorámica.