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jueves, 10 de febrero de 2011

Ecos


El siglo XXI será ecologista o no será
(Con el permiso de André Malraux)

Admitamos que lo pequeño es hermoso, como sentenció E.F. Schumacher. El ecologismo halló inusitada fuerza motriz en esta feliz expresión cuyo vigor se prolonga hasta nuestros días. Ahora bien ¿cabe aplicarla con éxito al propio ecologismo sin incurrir en inútil autocomplacencia?

Dice Jorge Riechmann que ser ecologista en la era de la crisis ecológica global, o pacifista antinuclear en la época de las armas de destrucción masiva, no debería resultar excepcional. Ello sería algo así como una suerte de decencia cívica elemental que, sin embargo, contrasta con la colectiva deserción ante la cosa pública que caracteriza a sociedades como la nuestra.

La debilidad de los movimientos ecologistas, apunta el admirable ensayista-poeta-ecologista-filósofo, da idea de la miseria de nuestra condición.

Pequeños, residuales, aislados, fragmentados, endogámicos de pensamiento y de acción. Ante la crónica, angustiante incapacidad para que nuestras ideas se reproduzcan socialmente “contaminando” la existencia de nuevos activistas, discutible me resulta la aplicación indiscriminada de la bella frase de Schumacher.

Radicales e incomprensibles. Estancados. Condenados a la extinción como las mismas especies que nos privan de descanso.

Porque ¿cómo confiar en inocular algo de esta urgencia improrrogable, un atisbo de esta pugna inaplazable en alguien que juzgue de locos pasear descalzo por la hierba?

¿Y en alguien que juzgue de locos condenar al silencio –al menos un día entero- al televisor?.

¿Y en alguien que juzgue de locos perder la cuenta de las estrellas que contempla en la noche?

¿Y en alguien que juzgue de locos leer un poema bajo un árbol?.

¿Y en alguien que juzgue de locos escribir un poema bajo un árbol?.

¿Y en alguien que juzgue de locos reconocer por su canto al pájaro que trina en tu ventana?.

¿Y en alguien que juzgue propio de locos el ser capaz de nombrar cinco especies de plantas de tu comarca (y que simultáneamente se ignore el nombre de los centros comerciales de tu ciudad)?.

¿Y en alguien que juzgue de locos optar por el transporte público cuando podrías recurrir a tu propio coche?.

¿Y en alguien que juzgue sospechoso a quien no tenga problema en mandar a paseo al bueno de San Valentín y su dichoso día de los enamorados?.

¡Qué de cuerdos, hostias! ¡Qué de cuerdos!

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