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sábado, 26 de enero de 2013

Notas para una "mani" local

Una visión tan miope como interesada, forjada por las mismas instancias políticas y económicas responsables de nuestra precaria realidad, pretende presentar la protección del medio ambiente como un lujo poco menos que improcedente e inasumible por nuestras sociedades. Si alguna enseñanza pudo extraerse de la desigual lucha librada con la intención de rescatar la finca El Espartal de las zarpas de la especulación urbanística fue la prematura intuición de que este modelo económico devoraba tanto ecosistemas como relaciones sociales o ciudadanxs. No aceptemos tramposos dilemas si lo que está en juego es la salud y el futuro del entorno del que dependemos por entero, al dar soporte vital a todos los procesos y todas las actividades de las sociedades humanas. No se equivocan quienes afirman que las luchas ecologistas comparten una raíz común con otras luchas y movilizaciones sociales que hoy pretenden una dignificación de la ciudadanía. Recordaba recientemente un articulista[1]que a los trabajadores se nos ha exigido que nos olvidemos de la idea de un empleo para toda la vida y de una cómoda jubilación; que a los funcionarios se les ha pedido que piensen en la rentabilidad de los servicios que prestan y que a los estudiantes se les ha dicho que su educación es muy costosa e inviable. “Resulta por eso incomprensible que los representantes que piden un giro de 180 grados a los representados no estén igualmente dispuestos a cambiar radicalmente su proceder”, concluía el columnista. El ejemplo lo tenemos delante de nuestras mismas narices: un alcalde y unos concejales que, mientras nos imponen la austeridad y el recorte de servicios, se suben obscenamente sus emolumentos y se agarran a la poltrona. Los japoneses tienen un proverbio interesante para ayudarnos a entender nuestra situación: “Si tu única herramienta consiste en un martillo, todo se parece a un clavo”. Y lamentablemente para este Ayuntamiento los clavos hoy somos tanto los ciudadanos y ciudadanas de Valdemoro como clavos vienen siendo sus paisajes, sus ecosistemas o su extraordinaria biodiversidad. Es lo único que estos gobernantes saber hacer y, sin duda, el escenario que nos aguarda si entre todas y todos no somos capaces de cambiar toda esta irracionalidad. [1] Jose Ignacio Torreblanca: “Déjennos ayudarles”, El País, 20 de enero de 2013.

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