-"Yo no era racista pero ahora sí lo soy". Escuché esta frase a una señora hace unos días en el tren de cercanías. La casi anciana tenía aspecto de respetable ciudadana de pelo blanco y elegante abrigo, seguramente confeccionado en un lejano país por ciudadanos que hoy están en su punto de mira. El anuncio tenía algo de ineluctable diagnóstico de aquel que contrajo una enfermedad fatal pero, hasta cierto punto, llevadera. Sigo escuchando retazos de la conversación que mantiene con una muchacha que también parece haber sido inoculada con la misma ponzoña.
La anécdota -y me consta que soy excesivamente benévolo al tildarla de tal ya que lo verdaderamente excepcional es toparse con conversaciones de signo contrario- me hace pensar si el organismo social –la sociedad- anda hoy muy baja de defensas y corre serio riesgo de fascistización general. Los síntomas son, sin ninguna duda, preocupantes. Volviendo a la señora de edad provecta me pregunto hasta qué punto sus anticuerpos intentaron en vano contrarrestar el virus racista. Hasta qué fase su sistema inmunológico, encarnado en educación, plantó cara a la invasión antes de que su ser fuera pasto del racismo. Intuyo por la parada en la que ambas treparon al tren los problemas convivenciales con ciertas comunidades étnicas. Esa "guettización" creciente de algunos barrios del sur madrileño. “Es una pena que por unos pocos paguen todos” apostilla en un momento dado: ¿acaso tendrá el racismo un componente estadístico que se me escapa?.
Hace 1 día
No hay comentarios:
Publicar un comentario